El cine de Jem Cohen
No es casualidad que todos los gestores de una misma escena cultural ubicada en la cuna del capitalismo mas atroz sean los mismos contestatarios de dicha doctrina.
La escena hardcore punk de Washington DC es una de las más famosas de Estados Unidos y del mundo por mantenerse junto a Nueva York siempre dos pasos adelante, siempre en la vanguardia.
Washington DC se caracterizó por tener bandas con sonido revolucionario dentro del género y además por estar comprometidas política y socialmente. No solamente la música puede ser considerada anti imperialista, contestataria y hasta subversiva. El punk es mucho más que crestas y anarquía, el punk es una forma de hacer y de actuar que pega también en la literatura y en el cine. En este último arte es donde entra en escena el director de cine Jem Cohen, quien nació hace cuarenta y cinco años en Kabul, Afganistán. Fuera de contexto se podría vincular su ira subversiva con ataques terroristas islámicos, pero no. Su padre trabajaba para la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Jem Cohen vivió en el Distrito de Columbia durante un periodo de diez años, desde 1970 a 1980. Ahí entabló relación con Ian Mackaye, quien hacia finales de los setenta formaría una banda Teen Idles y se daría inicio a una fracción de la música hardcore denominada Straight Edge. Este movimiento rechaza el consumo de todo tipo de drogas, lleva una dieta vegetariana y deja de lado el estereotipo punk impuesto por los sex pistols del “no future”. Ve el hardcore punk como una herramienta de progreso y contracultura.
Cohen lamenta haberse perdido la mejor época cultural y musical de Washington DC, el llamado revolution summer de 1985. Fue el periodo en que la bandas tomaron otra dirección tanto musical como ideológica: mayor complejidad instrumental acompañada de melodías vocales y no tantos gritos además de dar lugar a las mujeres en una escena dominada por “machos”. Sin embargo Cohen se siente orgulloso de haber participado de la “protesta de percusión punk” que se hizo frente a la embajada de Sudáfrica en contra del Apartheid.
Jem Cohen emigró a Nueva York a principio de los ochenta donde estudió arte y fotografía y trabajo durante diez años en un puesto callejero de garrapiñada, lugar que dio ambientación a una de sus películas: Lost Book Found. En ella narra con lujo de detalle cómo se ve una misma esquina con el paso del tiempo además de haber encontrado un libro con anotaciones misteriosas e inconclusas de las que todavía tiene recuerdos y le intrigan.
Acostumbra tardar mucho tiempo en finalizar sus películas, acumula material durante años para ellos. Un caso notable es Instrument. Es un documental sobre la banda Fugazi, el proyecto más importante de su amigo Ian Makcaye. El material de la película fue documentado durante casi toda la existencia de la banda, desde 1989 hasta 1998. La banda no tiene video clips, por lo cual este documental con una estética muy propia de Cohen , es una respuesta visual a esa ausencia mediática por parte de los músicos y a romper ciertos mitos falsos que se habían creado en torno a la banda por políticas internas a la hora de trabajar.
Otro caso es el documental que Jem está editando actualmente, es sobre el progreso de Nueva York, el material fue acumulado durante veinte años.
Asegura que la verdadera razón por la que tarda tanto tiempo en finalizar algunas de sus proyecciones es por falta de plata.
Sus influencias a la hora de filmar, según sus propias palabras son “los libros que leo, la gente con la que me relaciono, el clima, las cosas que veo todos los días, la música que escucho” y también los escritores y músicos antes que directores. Primo Levi y Walter Benjamín fueron citados en varias de sus obras. Aunque aclara que no es judío practicante y que no es esa la razón por la que se interesó en sus escritos.
Su cine esta hecho prácticamente sin staff ni luces ni casi ningún tipo de pre producción, es tan solo él con su cámara.
Luego del 11 de septiembre del 2001, el cine de Cohen se vió perjudicado, el gobierno de los Estados Unidos no permitió la filmación de la ciudad. Cohen ee encontraba filmando en un subte cuando tres agentes del FBI le prohibieron filmar la vía pública y le retuvieron la cinta. Finalmente, con abogados de por medio, la lata de fílmico le fue devuelta, pero vacía. La cinta fue confiscada y nunca se la devolvieron.
Jem trabajó diez años en la industria cinematográfica pero sus últimos cinco años los dedicó plenamente a elaborar su arte. Prefiere ganar menos plata pero hacer lo que realmente le gusta. Todo un ejemplo para la capitalista y competitiva sociedad norte americana.
En abril de este año, gran parte de su filmografía fue presentada en el festival de cine independiente de Buenos Aires. Cohen asistió al evento, dio charlas y participó en debates sobre sus películas.
En Estados Unidos sus películas son presentadas en los llamados Micro cines, también en museos y galerías de arte, rara vez en televisión por cable.
Sus películas no acostumbran a tener un personaje protagónico o principal, además las tramas son algo secundario si es que las tiene. Son en su mayoría paisajes, ambientaciones seguidas de una voz en off que narran una historia. Esto crea dos historias por separado: la visual y la sonora.
Chain fue una película con bastante repercusión mediática: dos historias contadas simultáneamente. Tamiko se acaba de mudar a los Estados Unidos por cuestiones laborales. No conoce a nadie y lentamente comienza a cambiar su perspectiva sobre el significado del triunfo. Amanda se escapó de su casa y vagabundea por centros comerciales sin tener donde dormir.
Son pocas sus películas de larga duración, la mayoría son cortometrajes.
Varias vinculadas al mundo de la música independiente, ya sea filmando recitales, documentales o “retratos”. En sus épocas mainstream se incursionó al video clip y trabajo con la banda REM. Se avergüenza de haber trabajado en ese formato asegurando que en esos videos siempre las guitarras están desenchufadas, es una burda mímica de la realidad.
El vínculo de Jem Cohen con el punk no pasa por el lado más politizado sino por su ética de trabajo, fuera de las grandes corporaciones y estudios. Fuera de los estandards del cine comercial y hollywoodense.
Francis Ford Coppola podrá discutir sobre lo corporativo, frío y vil que es el cine comercial, con sus bolsillos llenos de billetes. Cohen podrá hablar de lo mismo, con la conciencia limpia.
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